En un ambiente lleno de color, fe y alegría, los guanajuatenses celebraron con entusiasmo una de las tradiciones más emblemáticas de la ciudad: el Viernes de Dolores, también conocido como el Día de las Flores. Como cada año, en vísperas de la Semana Santa, familias, comercios, instituciones y vecinos colocaron altares dedicados a la Virgen de los Dolores, símbolo del amor y el dolor materno ante la pasión de Cristo.
Los altares, decorados con flores, papel picado, velas y agua de betabel, tiñeron de morado y vida las calles del centro histórico, barrios tradicionales y hogares de toda la ciudad. El color morado, protagonista de esta tradición, representa el luto y la pena de la Virgen ante el sufrimiento de su hijo. Las flores evocan la belleza y la vida; las velas, la luz espiritual; y el agua, las lágrimas derramadas por María.
Una de las expresiones más encantadoras de esta tradición es la pregunta que se escucha:
“¿Ya lloró la Virgen?” La respuesta es Si, ya lloro la virgen, a la que sigue un gesto lleno de generosidad y comunidad: se ofrece agua fresca, nieve o paletas de hielo, como símbolo de consuelo y hospitalidad.
Aunque no es una costumbre extendida en todo México, en Guanajuato esta celebración es motivo de orgullo y unión. Más que una manifestación religiosa, es una expresión cultural viva que da identidad a sus habitantes y recuerda la importancia de conservar nuestras raíces.
El Día de las Flores y el Viernes de Dolores se conmemoran el último viernes de Cuaresma, justo antes del Viernes Santo. Año con año, esta tradición sigue floreciendo, como una muestra del amor por la historia, la fe y las costumbres que nos definen como pueblo.
Conservar nuestras tradiciones es honrar nuestras raíces y celebrar lo que somos.






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